“La historia no se repite, pero rima”
Mark Twain
Como bien dice la frase de Mark Twain, cada etapa histórica tiene unas características concretas, delimitada por unas coordenadas de espacio-tiempo y la variable del contexto social que las hacen únicas. Pero sí que es cierto que se suelen repetir reacciones y necesidades humanas, en algunos casos como del que voy a hablar a continuación, movidas por la imperante necesidad de contacto con la esencia de la naturaleza, la artesanía, el producto original y de manufactura manual.
Todos nos hemos dado cuenta de cómo ha cambiado el diseño de muchos escaparates, en los que los productos naturales, etiquetados como “hand made”. Productos artesanos y todo decorado con una estética que nos hace sentir que nos encontramos delante de un “cottage ingles” o en un mercadillo de un pueblecito de la Provenza. Y a los que nos gusta este tipo de productos nos resulta bonitos, y cada vez, a más personas les resulta estéticos y agradables, y ello es debido a la necesidad de productos originales y artesanos que existe en la sociedad actual, porque nos evocan espacios naturales, pueblecitos rurales y ello nos produce bienestar.

Pues bien, esta sensación que tenemos nosotros, ya la tuvieron nuestros antepasados del siglo XIX. Y a la pregunta de por qué tenemos estas sensaciones al igual que las tuvo el hombre del siglo XIX, la respuesta es “la industrialización”. Para nosotros la respuesta exacta es la cuarta industrialización y para nuestros compañeros del siglo XIX la respuesta es la archiconocida primera Revolución Industrial.
De vuelta a lo manual.
Paralelamente a la era industrial caracterizada por el consumo de masas, la producción en cadena, y la similitud en el diseño y características de productos que nos ofrecen los mercados, surge una tendencia con menor número que seguidores, pero que todos tienen en común el el cansancio por la cotidianidad de la oferta del mercado actual, cansancio de lo rutinario, de la repetición de iconos y mensajes con el mismo diseño. Es decir, cansancio de un mercado que ha asfixiado la sensibilidad y la iniciativa creadora.
Esta tendencia demanda la vuelta de la artesanía y echa de menos la obra manual, donde cada pieza es distinta y ello permite una constante innovación de un producto a otro.
En la artesanía el hombre no se subyuga a la máquina, y encuentra placer en el trabajo bien hecho, donde pone alma, talento y corazón en cada una de las piezas que nacen entre sus dedos. En paralelo, siempre existirá una minoría de gente, con gusto y criterio, que son capaces de apreciar la artesanía como un proceso «creativo». Y es que el Hand Made siempre está de moda

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